Era un día caluroso cuando Gabriel Santos llegó a Tierra Caliente, un lugar perdido en el mapa, pero él estaba ahí con una misión, reafirmar su fe.
Gabriel bajó del autobús y de inmediato la mirada de hombres y mujeres se posaron en él, no sólo por ser desconocido sino también por su físico... Gabriel es un chico de tez blanca, 1.70 de estatura, delgado, cabello castaño cenizo y unos profundos ojos negros que le daban un toque de misterio combinado con aire angelical.
Gabriel se acercó a una mujer y preguntó: ¿dónde se ubica la iglesia de San Sebastián?... un poco apenada la mujer le indicó el camino y el joven cargando una maleta se dirigió a su destino.
Gabriel es un joven seminarista, proveniente de una familia muy religiosa, por eso desde los 12 años ingresó al seminario para convertirse en sacerdote, ahora estaba a punto de profesar pero antes de hacerlo debía cumplir con la última prueba, salir un año del seminario y vivir la vida mundana para comprobar su vocación. El joven pidió a su familia ser enviado a ayudar a una iglesia para así reafirmar su fe y tras mover algunos contactos fue enviado a ese pueblo donde el sacerdote requiere de apoyo.
Gabriel caminaba por las calles viendo las personas de Tierra Caliente, todos dedicados a las actividades de campo, sólo en un lugar se escuchaba el bullicio estridente, era la cantina del pueblo, que se encontraba llena de gente; al parecer, era la única diversión en aquel lugar.
El joven llegó hasta la Iglesia y vio un edificio descuidado con una fachada casi en ruinas, entró al recinto y vio que se oficiaba una misa con tan solo cinco personas, cuatro mujeres y un hombre.
Gabriel se sentó en una banca trasera, desde ahí observó al padre Abraham, un hombre de casi 70 años de edad, cansado y que apenas podía concluir con la ceremonia... minutos después, el sacerdote daba la bendición, señal de que la misa había terminado.
Las mujeres salieron presurosas y cuando Gabriel intentó acercarse vio que el único varón se acercaba con el sacerdote y le decía: padre, necesito que me diga qué hacer, ya no aguanto la situación en mi casa.
Abraham: pero Juan, ahora dime qué pasó...
Juan: mi padre que no deja de beber, tenemos muchas deudas y no podemos pagar, estamos a punto de perderlo todo...
A: Hijo recuerda que Dios aprieta pero no ahorca ya verás que pronto cambiarán las cosas...
J: eso espero padre, porque ya estoy desesperado...
El sacerdote se quitó la cruz de madera que colgaba en su pecho y se la dio a Juan diciéndole: ponte esto, te va ayudar para cambiar tu vida, pero debes tener fe o no funcionará...
J: Le agradezco mucho padre...
Gabriel vio como el joven se despedía del sacerdote dándole un beso en la mano y cuando volteó para irse, el seminarista pudo ver a aquel chico que seguramente tenía su edad, sólo que Juan tenía el cabello castaño, ojos cafés, piel apiñonada, delgado, medía 1.69, era un chico atractivo pero al igual que el resto de los pueblerinos su ropa era descuidada y sucia. Las miradas de los chicos se cruzaron sin que ninguno dijera nada.
Los pensamientos de Gabriel fueron interrumpidos por el viejo párroco que preguntó ¿y tú quién eres?
Gabriel respondió: Buenas tardes padre Abraham, yo soy Gabriel Santos, su nuevo sacristán, estoy aquí para ayudarlo...
A: ¿sacristán? y yo para qué quiero un sacristán
G: no lo entiendo, tengo entendido que usted necesitaba apoyo y por eso estoy aquí...
A: sí necesito ayuda pero pensé que enviarían a otro sacerdote, yo ya estoy cansado...
G: pues lo siento padre, yo aún no he profesado...
A: bueno qué se le va hacer, acompáñame te voy a enseñar dónde vas a dormir...
Mientras caminaban por los pasillos, Gabriel preguntó: oiga padre, ese chico que estaba con usted ¿tenía algún problema?
A: los tiene todos, espero que Dios lo ayude...
G: y cómo se llama...
A: Juan, se llama Juan...
**********
En ese momento en la casa de Juan, Benito, su padre borracho, era desalojado de su hogar y suplicaba porque no lo echaran como un perro. Bruno, el capataz de la Hacienda Montenegro junto a otros hombres le decía al borracho que tenía que irse pues no tenía para pagar su deuda.
Benito se arrodilló ante Bruno, momento en el que Juan regresaba a su casa y al ver la escena se acercó a su padre y lo ayudó a levantarse, en ese momento alzó la vista y vio al capataz, un hombre de 30 años, 1.85 de estatura, musculoso, tez apiñonada, cabello negro, barba negra y ojos oscuros, con un aire de superioridad.
J: por favor señor, tenga piedad, no tenemos a dónde ir...
B: eso a mí no me importa, yo cumplo órdenes de mi patrón, tu padre le debe y no puede pagarle por eso deben irse...
J: por favor yo le aseguro que le pagaremos sólo denos tiempo...
B: tu padre es un borracho aunque te dé tiempo el no podrá pagar, debe mucho...
J: él no pero yo sí...
B: y de dónde vas a sacar el dinero...
J: voy a trabajar y le pagaré hasta el último centavo...
B: jajajajajajaja y de qué va trabajar un maricón como tú o piensas irte al burdel para venderte como puta...
Las palabras del capataz hirieron a Juan pero tragándose su rabia respondió: trabajaré en lo que sea pero le pagaré...
B: no me interesan tus promesas, ustedes saquen a estos dos con todo y sus trapos...
Los hombres obedecieron y empezaron por sacar a Benito que gritaba: no lo hagas Bruno, te doy lo que quieras pero no me eches de mi casa...
B: y qué podría interesarme de un viejo borracho como tú...
El borracho contestó: llévate a mi hijo, te lo doy como parte de mi deuda, haz con él lo que quieras...
Los ojos de Juan se abrieron más al escuchar las palabras de su padre...
B: y pa' que putas quiero a tu hijo... ¿que crees que soy puto?
Benito: yo sé que no pero a tu patrón le pueden faltar criados o peones, pues ay tienes a mi chamaco, llévatelo...
El capataz lo pensó por un momento y observó de pies a cabeza a Juan que se encontraba en un rincón y decidió: hecho pero esto no cubre toda tu deuda y ya veremos que dice mi patrón, hey ustedes llévense al chamaco...
Los hombres se dirigieron a Juan y tomándolo de brazo comenzaron a sacarlo a rastras mientras el joven gritaba: papá no dejes que me lleven, no lo permitas, papááááááááááááááá...
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En tanto, en la Iglesia de San Sebastián, el padre Abraham terminaba de indicarle a Gabriel cuáles serían sus actividades.
G: oiga padre y dígame qué sucede en este pueblo...
A: ¿a qué te refieres?
G: a que no entiendo porque vienen a misa sólo cinco personas, sólo cinco...
A: está mal que yo lo diga pero este pueblo le pertenece al diablo, todos prefieren estar en la cantina antes que venir aquí y yo ya no tengo fuerzas para cambiar la situación o quizás yo también me he corrompido, algo tiene Tierra Caliente que pervierte a todo aquel que se queda...
G: conmigo no sucederá eso y le aseguro que en poco tiempo tendrá esta iglesia llena...
A: y qué piensas hacer ¿traer a la gente de la calle?
G: pues no sería mala idea, ahora regreso padre...
El viejo sacerdote vio que Gabriel se levantaba lleno de energía y salía de la parroquia... sonriendo, el anciano pensó: jóvenes que piensan que todo lo pueden cambiar...
**********
Gabriel llegó a la plaza de Tierra Caliente y vio que había pocas personas y ninguna le hacía caso pues estaban ocupados en sus actividades, entonces decidió ir a un lugar donde había mucha más gente, la cantina.
Al llegar a ese lugar, el joven titubeó en entrar... por un momento pensó en retirarse, pero armándose de valor ingresó, era la primera vez que estaba en un lugar de esos y sus ojos revelaban su asombro al ver lo que ocurría ahí dentro.
Lo primero que percibió fue el olor a alcohol y tabaco, pero lo que más llamó la atención de Gabriel fue que las mujeres llevaban muy poca ropa y estaban sentadas en las piernas de los hombres mientras estos las besaban y tocaban lascivamente. El joven sacristán recordó el pasaje de la biblia sobre Sodoma y Gomorra y creyó que se encontraba en ese lugar.
La música del lugar era muy alta por lo que tuvo que llenar sus pulmones de aire para gritar: Bue, buenas tardes...
Todos voltearon a ver al joven, pero fue el cantinero quien le preguntó: Y tú qué buscas acá ¿se te perdió el chupón y lo andas buscando?
Las risas de todos se escucharon y lo cierto es que Gabriel aparentaba mucho menos edad de la que tenía.
G: no se me perdió nada, yo soy el nuevo sacristán de la iglesia, me llamo Gabriel... Gabriel Santos...
Una prostituta se acercó al muchacho y burlonamente dijo: ¿y qué hace aquí un sacristán? o ya te entró el calor y vienes para que te apaguemos el fuego...
Todos se echaron a reír nuevamente mientras que Gabriel con rostro apacible dijo: si estoy acá es porque vengo a invitarlos para que todos asistan a misa, vayan a la Iglesia a escuchar la verdadera palabra, no importa cuáles sean sus pecados, todos serán perdonados si se arrepienten de verdad, yo les aseguro que...
Interrumpiendo el discurso del sacristán, se escuchó una voz gruesa que provenía de un rincón de esa cantina: Ya basta de pendejadas... aquí venimos a divertirnos no a escuchar las palabras de un mariquita...
Gabriel observó de dónde provenía esa voz y por primera vez vio a aquel hombre que sentado con las piernas abiertas y sin camisa tenía en su mesa una botella de tequila y dos mujeres a su lado, una le besaba el cuello y la otra le acariciaba el bulto que se formaba en su pantalón.
Era un hombre de más de 30 años, de tez blanca, cabello lacio y rubio, barba rubia, muy musculoso, 1.90 de estatura, ojos verdes y rostro muy viril, parecía un león por la seguridad que emanaba. Su pecho estaba cubierto de vellos que bajaban hasta desaparecer en su pantalón.
Cantinero: bien dicho Montenegro, no necesitamos de su palabrería, si no escuchamos al viejo cura menos a este sacristán...
"Sí, que se vaya", dijeron todos y el cantinero replicó: mire sacristán si viene a consumir quédese pero si sólo viene a decir palabrerías mejor váyase de una vez, no quisiera sacarlo a la fuerza...
Gabriel entendió que no era el momento de continuar y decidió retirarse, pero antes de salir escuchó como aquel hombretón rubio dijo: qué siga la fiesta, a olvidarnos de todo, yo invito una ronda para todos... tequila para todos...
Y los presentes vitorearon a aquel hombre mientras que Gabriel furioso salió de la cantina completamente humillado.
**********
En otro lugar de Tierra Caliente se ubicaba la Hacienda de los Montenegro, la familia ganadera más rica del pueblo... Bruno, el capataz, entró a la casa y se dirigió al despacho de su patrón, pero antes de tocar escuchó los gemidos de una mujer que se encontraba con su patrón, era una puta que le hacía sexo oral a Lucio Montenegro...
Bruno escuchaba cómo su patrón gruñía por el placer que sentía mientras la prostituta succionaba la verga del hombre... el capataz esperó hasta que escuchó que la mujer había terminado con su trabajo y tocó la puerta.
Una voz gruesa y áspera preguntó: ¿Quién es?
B: soy Bruno patrón, necesito hablar con usté...
Pasaron unos minutos y Lucio ordenó a Bruno que entrara, al hacerlo vio que la mujer presente se arreglaba la falda y se limpiaba el rostro que aún tenía rastros del semen de su patrón, en tanto que Lucio se abrochaba el pantalón y se ponía su camisa aunque sin abotonarla.
Después que la mujer salió Lucio dijo: qué quieres Bruno, más te vale que sea importante porque ya sabes que no me gusta que me interrumpan cuando estoy con mis putas. ¿cumpliste con lo que te ordené?
B: de eso vengo hablarle patrón, verá no desalojé al borracho de Benito...
L: ¿por qué no?
B: pues porque el borracho me propuso un trato interesante... me dio a su hijo como pago de parte de su deuda...
L: y yo para qué diablos quiero al hijo de ese borracho...
B: pus hace poco se murió una de las criadas y usté necesita a una... yo pensé que este muchachito podría servirle...
L: pero que no dices que te dio a su hijo...
B: sí, pero es que el hijo de Benito es maricón y pues pensé que podría servirle como criado sin tener que pagarle nada y además le puede servir pa' lo que usted quiera...
Sonriendo, Bruno enfatizó sus últimas palabras con un tono lleno de malicia.
Lucio pensó por unos segundos y dijo: tráeme al chamaco para que lo vea...
Después de unos minutos, el capataz entró con Juan que venía con la cabeza baja y llorando.
B: este es el chamaco, patrón...
Lució vio al joven de pies a cabeza y preguntó: ¿cuál es tu nombre?
Juan no contestaba por lo que Bruno respondió: se llama Juan, patrón...
L: ¿es mudo?
B: no patrón, sólo que está asustado...
Lucio vio al capataz y le ordenó: retírate, déjame a solas con él...
Bruno salió sonriendo burlonamente y cerró la puerta del despacho.
Lucio observaba que el joven sollozaba en silencio por lo que dio un fuerte golpe al escritorio y dijo: alza la cabeza, te ordeno que me mires...
Juan no tuvo más remedio que hacer lo que le ordenaban y por primera vez vio frente a frente al hombre más poderoso y temido del pueblo, Lucio Montenegro, quien contaba 35 años de edad, medía 1.90 de estatura, su complexión era gruesa y muy musculoso, tez blanca, cabello negro y rizado, barba espesa del mismo color, que hacía contraste con sus ojos verdes. Por la camisa abierta se veía un pecho velludo que lo hacían lucir muy viril.
Juan se sintió intimidado ante la mirada de ese hombretón.
L: así está mejor y de una vez te digo que a partir de ahora tienes que obedecerme, tu padre te entregó como parte de su deuda por lo que me perteneces y puedo hacer contigo lo que quiera...
Juan sólo asintió con la cabeza...
L: bien, cuando uno adquiere nueva mercancía hay que revisarla para ver si no está defectuosa y eso haré contigo, quítate la ropa...
Las palabras asustaron a Juan que dijo: ¿cómo dice?
L: ¿qué también eres sordo? te dije que te desnudes...
J: pero señor yo...
L: ya me escuchaste, obedece y desnúdate o quieres que ahora mismo mande a Bruno para echar a tu padre de su casa y que le den una paliza que no olvidará nunca en su vida.
J: no señor, por favor no lo haga, yo haré lo que me pide...
Lucio vio que el joven se quitó la camisa, después se bajó el pantalón y finalmente se despojó de la trusa quedando totalmente desnudo ante él... el hombre descubrió esa silueta de tentación, piernas torneadas, cuerpo esbelto y sobretodo un culo de infarto.
Apenado, Juan intentaba cubrir con sus manos su intimidad, la cual era de un tamaño promedio. Temeroso, vio que Lucio se acercaba a él como un toro al acecho y lo rodeó hasta ver unos moretones en sus brazos y preguntó: ¿quién te hizo esto?
Juan respondió: mi papá...
Lucio continuó examinando con la vista al joven hasta que su grande mano tocó la espalda del joven haciendo que un escalofrío lo recorriera... de pronto Juan sintió que era empujado hasta el escritorio y Lucio detrás de él le dio una fuerte nalgada que lo hizo gritar: ayyyyyyyyyy...
L: tienes nalgas firmes, eres un puto de buena calidad...
Sin esperar más, Lucio introdujo el dedo medio de su mano derecha en el culo del chico provocando otro grito...
J: ahhhhhh, qué hace señor...
Lucio sintió la estrechez de ese orificio y dijo: comprobando si ya te estrenaron y por lo que veo eres virgencito, mejor así...
J: por favor señor, ah ah déjeme ir...
Lucio metía y sacaba su dedo de esa cueva del placer. Hasta que intempestivamente, sacó su dedo y volteó al chico sólo para tumbarlo boca arriba en el escritorio. El poderoso hombre se quitó la camisa ante el asustado chico que vio esos brazos musculosos, desnudos y velludos...
L: a mí me gusta marcar a mi ganado y a ti te voy a dejar una marca que no olvidarás nunca...
Juan lloraba desnudo en el escritorio suponiendo lo que pasaría, pero no podía hacer nada para evitarlo, estaba a merced de aquel hombre que era su dueño.
Lucio viendo a los ojos a su presa se desabrochó el pantalón y se bajó el cierre, un bulto prominente ya sobresalía de su entrepierna.
Juan se sintió perdido cuando escuchó unos gritos: Hermano, ¿dónde estás hermano?
El gesto de Lucio cambió y le ordenó al joven: vístete y lárgate de aquí, que Bruno te diga dónde dormirás... qué esperas, vete...
Rápidamente, Juan se levantó del escritorio, se vistió y salió. También Lucio se arreglaba la ropa y salió al gran salón. Ahí estaba su hermano, que lucía borracho y y estaba acompañado de dos prostitutas.
L: al fin regresaste hermano, déjame darte un abrazo...
Lucio abrazó a su hermano menor, Damián Montenegro, de 33 años, quien había estado de viaje durante mucho tiempo y regresaba a Tierra Caliente pero antes decidió pasar a la cantina.
Damián era el mismo hombre que se burló de Gabriel en la cantina.
L: mira cómo vienes, parece que empezaste la fiesta desde temprano...
D: ya sabes cómo soy hermano, pero para que veas que no me olvidé de ti te traje a esta lindura...
Damián le mostró a Lucio una de las prostitutas, pero el hombre de cabello negro le dijo: creo que será mejor que hablemos mañana, si quieres seguir divirtiéndote será mejor que te vayas a tu cuarto y te lleves a tus "amigas"...
Damián dirigiéndose a las prostitutas dijo: parece que mi hermano hoy no está de humor, vamos chicas ando bien caliente y necesito que me bajen la calentura, vayámonos a mi cuarto...
Lucio se quedó en silencio mientras observaba a su hermano subir las escaleras de la casa para dirigirse a su habitación con las dos putas.
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La noche había caído y en su cuarto, Gabriel no podía dormir, sentía demasiado calor por lo que se levantó y se dirigió al baño para ducharse. Del tubo no salía agua por lo que se refrescaría con una cubetas llenas de agua.
Gabriel se desnudó y con una jícara comenzó a echarse el agua, sentía que el líquido se evaporaba en su piel que ardía, era como si un fuego se hubiera encendido dentro de él. El ojinegro no entendía por qué sentía tanto calor y de repente tuvo la necesidad de tocar su cuerpo y sintió que su miembro se erectaba, qué pasaba con él, estaba teniendo deseos impuros.
El joven sacristán se vistió rápidamente y se fue a su cama húmedo. Acostado, recordó lo que le había dicho el padre Abraham horas antes, sobre que ese pueblo tiene algo que pervierte a la gente.
Gabriel comenzó a rezar hasta quedarse dormido.
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En un catre dentro de una caballeriza en la Hacienda Montenegro estaba Juan que rezaba con la cruz de madera que le habían regalado y que supuestamente le iba cambiar la vida.
El chico se decía a sí mismo: debo tener más fe y nada me pasará...
Apenas estaba conciliando el sueño, cuando la caballeriza se abrió y alguien entró, cerró la puerta y llegando hasta el catre del chico le tapó la boca fuertemente.
Juan muy asustado abrió los ojos y vio a su agresor.
Continuará...
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