La Hacienda Montenegro, hogar de la familia más rica del pueblo de Tierra Caliente, en una de sus habitaciones sólo se escuchaban los gemidos de un muchacho que era embestido salvajemente por el mayor de los hermanos Montenegro, Lucio.
El hombre de cabello rizado y negro penetraba a aquel joven que vendía su cuerpo en el burdel de la localidad, no era la primera vez que era contratado por Lucio, pero sí la primera ocasión que este le había pedido algo en especial, debía hacerse llamar Gabriel.
Lucio clavaba su verga sin la menor consideración mientras decía: sí, así, vamos Gabriel gime, gime más... dime quién es tu dueño, dímelo...
"Gabriel": ah ah ah ah, tú papi, tú eres mi dueño... soy tuyo, hazme lo que quieras...
L: eres una zorra Gabriel, eso es lo que eres, una zorra que abre su culo para mí, sólo para mí...
El hombre se excitaba al pronunciar ese nombre y mientras enterraba su miembro en el trasero del prostituto en su mente estaban las imágenes del joven sacristán que había visto desnudo en el río y a quien le robó un beso...
"Gabriel": ah ah ah eres todo un semental, papi, eres el mejor...
El macho incrementó la fuerza de sus penetraciones hasta sentir que estaba por correrse, en ese momento sacó su miembro y eyaculó en el pecho del prepago.
Lucio se tumbó en su cama después de desfogarse y dijo: recoge tus cosas y vete ya no te necesito...
El prostituto ya conocía las mañas de Lucio, sabía que después de satisfacer su necesidad animal no le gustaba intimar con sus amantes. El chico obedeció y se puso su ropa rápidamente.
Antes de marcharse dijo: como siempre es un placer servirle señor Montenegro, sólo una pregunta ¿por qué Gabriel?
Lucio lo miró con una mirada fría y amenazadora y contestó: lárgate, no quiero verte más...
El chico salió sonriendo, en tanto Lucio quedaba no del todo satisfecho, pues hubiera deseado correrse dentro del verdadero Gabriel, el sacristán de la Iglesia, deseaba marcarlo y depositar su semen en el interior de aquel joven que llegó a Tierra Caliente sólo para remover algo en el mayor de los hermanos Montenegro.
Lucio no podía soportar que ese chico se atreviera a rechazarlo, hiciera lo que hiciera, el sacristán tenía que ser suyo.
**********
Al día siguiente, los hermanos Montenegro desayunaban en silencio, ninguno hablaba, ambos estaban ensimismados en sus problemas y obsesiones.
Damián fue el que rompió el silencio y dijo: tengo que decirte algo...
L: dime...
D: este fin de semana me voy del pueblo...
L: no me sorprende, después de todo tú prefieres estar viajando y disfrutando de la vida antes que ocuparte de la Hacienda y los negocios...
D: quizás no me explique bien, este fin de semana me voy para siempre de este pueblo...
L: ¿para siempre?... ja, hermanito no digas tonterías...
Con un tono de voz serio, el rubio contestó: no es ninguna tontería, me doy cuenta que yo no encajo en Tierra Caliente y quiero hacer mi vida en otro lugar...
L: ¿y cómo piensas hacerlo?
D: vendiéndote mi parte de la Hacienda y todo lo que me corresponde, estoy seguro que a ti te gustaría quedarte como dueño de todo... bueno, pues ahora podrás hacerlo...
L: no te voy a decir que no me gustaría, pero ahora no podría pagarte todo lo que vale tu parte de esta hacienda y de los negocios...
D: no te pido que me lo pagues todo, sólo que me des un adelanto para que pueda irme y después podrás darme lo demás...
L: bueno, por lo menos déjame pensarlo...
D: como quieras, pero te advierto que yo me iré este fin de semana y quiero dejar todo resuelto, te repito ya no quiero tener nada que ver con este pueblo...
Y tras decir esas palabras, Damián se levantó de la mesa, dejando a Lucio con una gran sonrisa, finalmente él sería dueño de todo y su hermano dejaría de estorbarle.
**********
En la Iglesia de San Sebastián, también Gabriel desayunaba con el padre Abraham envueltos en total silencio, fue el viejo párroco el primero en hablar: bueno, ¿a ti qué te pasa Gabriel?
G: ¿qué me pasa? no lo entiendo padre...
A: es que tú ya no eres el mismo muchacho que llegó aquí hace unos días, tan lleno de ánimo y vitalidad, es como si te hubieran cambiado...
G: eso no es cierto padre, yo sigo siendo el mismo...
A: no, eso no es cierto, por qué no me dices qué te pasa, vamos, ten confianza en mí, confiésate conmigo...
La verdad es que Gabriel no podía dejar de pensar en los hermanos Montenegro, en esos dos hombres que despertaban en él sentimientos de aversión, pero que sin saber por qué le inquietaba estar cerca de ellos. El sacristán no le dijo al viejo sacerdote sobre sus últimos encuentros con Damián y Lucio, sabía lo que el padre Abraham pensaba de ellos, por lo que prefirió callar.
A: y bien ¿no vas a confesarme lo que te pasa?
G: ya le dije que no tengo nada padre, quizás me ve diferente porque tal como me dijo cuando llegué, este pueblo tiene algo que cambia a las personas...
A: sí... puede que tengas razón y no te voy a insistir más...
G: bueno en realidad, sí me preocupa algo o mejor dicho alguien...
A: ¿quién?
G: Juan, hace días que no sé de él y me preocupa cómo la estará pasando, no sé por qué, pero me preocupa...
A: sí, pero te repito que nosotros no podemos hacer nada por él, sólo Dios puede hacerlo...
G: eso es lo que me preocupa, que Juan ya ni siquiera tiene fe en Dios, por eso me regaló la cruz que usted le había dado...
A: sí ya veo, y pues si Juan piensa eso entonces no sé qué va ser de él...
**********
Entre tanto, en las caballerizas de la Hacienda Montenegro, Juan cepillaba el cabello de uno de los caballos cuando Bruno, el capataz, vio al joven y acercándose como un lobo dijo: ten cuidado con ese caballo Juanito, es uno de los favoritos de don Lucio y no querrás hacerlo enojar...
Cabizbajo, Juan asintió y respondió: como usted diga don Bruno...
B: pero por qué tan serio Juanito, no me digas que todavía no te resignas a estar acá...
J: yo... no me siento bien...
El capataz rodeó al chico y colocándose detrás de él dijo: pero mira nomás cómo estás peinando al cuaco, a ver déjame enseñarte cómo se hace bien...
Un escalofrío recorrió a Juan cuando el capataz tomó su mano con la que cepillaba al caballo y muy cerca de él le enseñaba cómo hacerlo. El chico se sintió incómodo ante la cercanía del hombre que intencionalmente pegaba su cuerpo hasta que su miembro rozó el trasero del más joven, quien de inmediato intentó retirarse, pero Bruno lo detuvo: ¿qué pasa Juanito? ¿por qué tan arisco?
J: suélteme por favor don Bruno...
B: pero si no te voy hacer nada, nada que no vayas a disfrutar...
El capataz hizo sentir su barba en el cuello del más joven que era sostenido por la cintura fuertemente.
Juan iba a gritar para pedir ayuda cuando la voz de Lucio lo impidió: Bruno, ¿dónde estás Bruno?
De inmediato, el capataz soltó a Juan que salió corriendo.
Lucio llegó hasta Bruno, quien le contestó servilmente: mande usted patrón...
L: por qué no me contestabas...
B: por nada patrón, yo aquí andaba cepillando a este caballo...
L: deja eso y ven conmigo, tengo algo que pedirte...
Y el capataz obedeció a Lucio que tenía un nuevo plan para hacer suyo a Gabriel.
**********
Más tarde, en la plaza de Tierra Caliente el sacristán caminaba de regreso a la Iglesia cuando vio que sentado en una banca se encontraba Damián Montenegro, esta vez el joven ojinegro decidió pasar sin saludar aunque en su pecho algo revoloteaba.
El hombre rubio también vio al muchacho y cuando pasó cerca de él se paró de inmediato y dijo: hola curita ¿cómo te va?
Gabriel pasó de largo sin siquiera dirigir su mirada a Damián.
Al notar la indiferencia del sacristán y con esa sonrisa cínica que le caracterizaba, el rubio decidió seguirlo mientras decía: ¿qué pasa curita? acaso ignorar a quien te saluda no es un pecado...
El joven sacristán se detuvo un instante y respondió: más pecado sería pararme a hablar con un demonio como tú...
Damián sonrió y dijo: prefiero ser un demonio feliz y no un ángel amargado como tú...
Gabriel continuó su camino y dijo: ¿quién te ha dicho que no soy feliz?
Caminando junto al sacristán, Damián contestó: no creo que puedas serlo encerrado en esa vieja iglesia, viviendo con un anciano y sin sexo (Damián casi susurró al oído del chico sus últimas palabras)
Gabriel se detuvo nuevamente y contestó: ¿qué otra cosa se podía esperar de alguien como tú? yo soy feliz sirviendo a Dios, claro tú no puedes entenderme porque eres un demonio...
El sacristán prosiguió su camino, pero Damián se apresuró y le tapó el paso.
Gabriel molesto dijo: déjame pasar, no tengo nada más que hablar contigo...
Con rostro serio, Damián contestó: pero yo sí, quiero confesarme contigo...
G: yo aún no soy sacerdote, si quieres confesarte de verdad ve a la Iglesia y busca al padre Abraham...
D: esta bien, pero primero voy a decirte lo que le voy a confesar...
G: no me interesa saberlo, la confesión es secreta...
El rubio no hizo caso y dijo: voy a confesarle que tengo sueños eróticos pensando en el cuerpo desnudo de su sacristán jajajajajajajaja...
Ante la carcajada de Damián, Gabriel se ruborizó no sólo por sus palabras sino también de coraje, por lo que sin decir nada decidió continuar su camino, pero el musculoso rubio volvió a seguirlo y esta vez le tomó el brazo.
Muy furioso, Gabriel dijo: suéltame, no voy a permitir que te sigas burlando de mí...
D: no me estoy burlando, digo la verdad...
G: ¿qué buscas Damián? ¿por qué me molestas? ¿qué ganas?
D: no lo sé, este pueblo me aburre y tengo que buscar con que divertirme y tú me gustas para eso...
Con tono serio y enojado, Gabriel afirmó: pues yo no soy tu juguete y si sigues molestándome creo que voy a tener que irme de Tierra Caliente...
D: jajajajajaja... no exageres "curita", además no va ser necesario porque el que se va soy yo...
G: ¿cómo?
D: lo que oyes, este fin de semana me iré para siempre de este pueblo...
G: pues no sabes cuánto me alegra escuchar eso, creo que habrá un poco de más tranquilidad en este lugar...
D: puede ser, pero también me vas a extrañar...
Gabriel sonrió irónicamente y dijo: tienes razón, igual voy a extrañarte, pero a lo bueno es fácil acostumbrarse... adiós Damián, espero que no nos volvamos a encontrar...
Y el joven sacristán continuó su camino dejando al barbado rubio molesto y observando el caminar del chico, pensando que quizás esta era la última vez que se veían.
**********
La noche cayó en Tierra Caliente y la misa había terminado... el padre Abraham y su sacristán se preparaban para cenar cuando a la Iglesia llegó una mujer llorando, se trataba de una de las prostitutas del burdel del pueblo.
El viejo sacerdote se acercó y le preguntó: ¿qué te pasa hija?
Mujer: ay padre, mi amiga está muy mal, creo que se está muriendo y no quiere hacerlo sin antes confesarse...
Padre Abraham: eso es terrible hija, ¿qué le pasó?
Mujer: no sé bien padre, sólo sé que está muy mal y vine a buscarlo para que vaya conmigo y le dé la bendición antes de morir...
Padre Abraham: por supuesto hija, vamos...
El sacerdote se dirigió a Gabriel y le dijo: termina de apagar las velas y cierras bien la iglesia, yo regresó en cuanto termine...
G: sí padre, yo me encargo...
El sacristán vio que el padre Abraham y la mujer salían de la Iglesia, por lo que él continuó apagando las velas. Pasaron unos minutos cuando escuchó los pasos de alguien que entraba al recinto, el joven volteó y grande fue su sorpresa al ver que se trataba de Lucio Montenegro.
El hombre de cabello y barba oscura caminaba con seguridad y miraba fijamente a los ojos del muchacho como queriéndolo hipnotizar.
G: usted ¿qué hace aquí? será mejor que se vaya...
L: tú no puedes correrme, esta es la casa de Dios y tengo entendido que es libre de entrar quien quiera...
G: así es, pero usted no cree en Dios entonces no tiene nada que hacer aquí...
Lucio se acercó hasta donde el joven sacristán estaba parado y dijo: pero qué pasa Gabriel ¿por qué tienes esa actitud tan negativa conmigo? no se supone que como religioso debes ser humilde...
G: no puedo serlo cuando usted me faltó al respeto en su casa...
L: sí ya lo sé, pero te mandé un regalo con mi capataz para pedirte disculpas...
Con voz firme, Gabriel contestó: y yo le dije a su capataz que la única forma de disculparlo era liberando a Juan...
L: ya te dije que yo no puedo hacerlo, mi hermano no quiere que libere a ese muchacho...
G: no mienta más, ya sé que su hermano Damián no fue quien violó a Juan sino usted...
El perverso ojiverde se sorprendió ante esa declaración y preguntó: ¿quién te dijo eso?
Gabriel sabía que metería en problemas a Juan si decía que él se lo había confesado por lo que contestó: me lo dijo Damián y le creo...
Al descubrir que el joven sacristán había hablado con su hermano menor y peor aún que este tenía mayor credibilidad, Lucio no pudo evitar su rabia y tomando por los brazos al chico le dijo: ¿qué tienes que ver tú con mi hermano? ¿qué relación tienes con él?
Sorprendido por la reacción, Gabriel se liberó del agarre y contestó: nada, sólo he hablado un par de veces con él...
Con voz gruesa y firme, Lucio ordenó: pues no quiero que vuelvas hablar con él, ni tampoco acercártele me oyes, te lo ordeno...
G: usted no puede ordenarme nada, yo no trabajo en su Hacienda ni soy de su propiedad...
Los ojos de Lucio brillaron y acercándose peligrosamente aseveró: tienes razón no trabajas en mi Hacienda pero serás de mi propiedad, porque voy hacerte mío...
El musculoso hombre se abalanzó sobre Gabriel y lo sujetó en sus brazos intentando besarlo nuevamente.
El sacristán se defendía impidiendo ser sometido por el mayor mientras decía: suélteme, el padre Abraham va llegar en cualquier momento, déjeme...
L: jajajaja... ese viejo estúpido se va tardar, después de todo está confesando a una falsa moribunda...
Gabriel entendió que todo era una trampa orquestada por Lucio para que él se quedará solo en la parroquia: todo esto es un plan, ¿cómo puede ser tan ruin?
Forcejeando, Damián: sí, soy ruin porque cuando quiero algo no descanso hasta conseguirlo y te quiero a ti Gabriel, quiero follarte hasta que me canse de ti...
Lucio empezó a besar el cuello del sacristán que intentaba liberarse del hombre, pero era demasiado fuerte para él: no, déjeme, estamos en la casa de Dios, respete...
L: yo no creo en nada y será precisamente aquí donde te haga mío para demostrarte quién soy...
G: no, suélteme, no me toque, por favor...
Lucio comenzó a masajear las nalgas del sacristán, quien sentía como esas grandes manos manoseaban su trasero, siendo el primer hombre que lo tocaba de esa manera tan vulgar y salvaje...
G: ayuda, alguien ayúdeme...
Lucio tapó la boca del joven y dijo: no grites o te va ir peor, ahora lloras pero te va gustar... voy a sacar la puta que llevas dentro, después no querrás probar otra verga que no sea la mía...
Con ojos desorbitados, Gabriel ya no podía defenderse ni gritar, sentía que la enorme mano del macho lo asfixiaba.
Lucio sonrió al ver que el chico estaba sometido y podía saciar sus deseos animales: he soñado contigo desde que te vi desnudo en el río y ahora por fin voy a chingarte...
El perverso hombre acostó a Gabriel sin soltarlo y colocándose sobre él empezó a besarle y lamerle el rostro: sabes a virgen, seguramente nadie te ha follado antes, voy a ser el primero...
Lágrimas salieron de los ojos negros de Gabriel, quien sentía impotencia por no poder hacer nada, pero Lucio era demasiado fuerte y con su peso oprimía su cuerpo, sólo podía pensar: Dios mío ayúdame, no permitas que me haga suyo, no lo permitas...
L: me tienes loco Gabriel, he cojido putos pensando sólo en ti, pero ahora serás tú con quien sacie mi fuego...
Tras decir esas palabras, Lucio se desabrochó la camisa dejando ver ese pecho musculoso y lleno de vellos que lo hacían lucir muy masculino. Gabriel se aterró al ver que ese hombre estaba dispuesto a violarlo.
El macho se tumbó sobre el sacristán y le susurró al oído: hoy vas a saber lo que es un verdadero hombre...
Las manos de Lucio empezaron a recorrer todo el cuerpo aún con ropa de Gabriel mientras su lengua manchaba el rostro puro del aspirante a sacerdote. Era un toro desbocado intentando violar a un conejito.
Gabriel comenzó a revolotear intentado escaparse del hombre hasta que como si el cielo lo ayudara, provocó que un jarrón que estaba en la repisa cayera y se impactara en la cabeza de Lucio que dio un gruñido al sentir el golpe.
En ese momento, el sacristán le dio un golpe en la entrepierna, logrando que el mayor se le quitara de encima y levantándose rápidamente salió corriendo de la iglesia en busca de ayuda.
Gabriel pedía auxilio hasta encontrarse con un hombre del pueblo a quien le pidió que lo acompañara a la iglesia porque se había metido un ladrón. El hombre acompañó al sacristán, pero cuando llegaron ya no había nadie.
**********
Más tarde, Lucio regresaba furioso a su Hacienda y se encontró con Bruno que le preguntó: ¿qué pasó patrón? ¿salió todo como esperaba?
Furioso, el ojiverde contestó: quítate de mi camino imbécil, no quiero hablar con nadie...
B: ¿qué pasó patrón? ¿se le escapó la palomita?
Con voz furiosa, Lucio respondió: no digas idioteces, a mí no se me ha escapado nadie... yo siempre tengo todo lo que quiero ¿oíste?... todo...
Y Lucio se alejó de Bruno, que observaba sonriendo como su patrón se sobaba la cabeza llevando rastros de sangre, era obvio que las cosas no habían salido como él esperaba... era la primera vez que Lucio fracasaba en algo.
Desde la ventana de su cuarto, Damián con una copa en la mano veía a su hermano regresar bastante molesto de quién sabe dónde.
**********
Más noche, en la Iglesia, Gabriel muy agitado le contaba al padre Abraham lo que había pasado.
Padre Abraham: ahora entiendo el porqué del engaño de esa mujer, todo fue un plan de Lucio Montenegro...
G: sí padre, ese tipo está loco, no sé cómo puede existir gente así...
Padre Abraham: Lucio es un hombre perverso acostumbrado a hacer lo que quiera en este pueblo y no hay nadie que le ponga límites...
G: es que esto no puede seguir así padre, yo ya no me siento seguro en este pueblo...
Padre Abraham: lo sé hijo y por eso lo único que puedo aconsejarte es que te vayas... vete antes de que ese hombre te haga un daño irreparable...
Gabriel pensó un momento lo que el viejo sacerdote le decía y con voz determinante contestó: sí padre, tiene razón, yo no puedo seguir aquí sabiendo lo que Lucio desea... tengo que irme... mañana me voy de Tierra Caliente...
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario