Tierra Caliente, un pueblo perdido en el mapa con elevadas temperaturas que hacen arder la piel de quienes habitan este lugar... sin embargo no era el calor lo que hacía enardecer al nuevo sacristán de la Iglesia de San Sebastián...
G: ¿cómo dejó que se llevarán a Juan padre? ¿cómo lo permitió?
Padre Abraham: hey, un momento, bájale a tu tono, en primer lugar yo ni siquiera sabía que ese muchacho estaba aquí... hay me tienes jurándole al capataz que Juan no estaba aquí, ha de pensar que soy un mentiroso...
G: disculpe por no decirle padre, pero es que el pobre estaba muy asustado, me lo encontré en la mañana llorando en el río, yo tenía que ayudarlo...
A: y celebro que lo hayas hecho, pero esas cosas debes de decírmelas, ahora ese muchacho trabaja en la Hacienda Montenegro y yo no quiero buscarme problemas con ellos...
G: Montenegro, ese tipo es un asqueroso, lo que le hizo a Juan fue horrible, por eso fui a reclamarle...
A: ¿que hiciste qué?
G: Fui a su hacienda para ponerlo en su lugar, pero creo que no sirvió de nada...
A: pero ¿eres tonto? te prohíbo que vuelvas hacer una tontería como esa... Montenegro es el hacendado más importante de Tierra Caliente, yo no quiero tener problemas con él...
G: y sólo porque es el más rico del pueblo vamos a permitir que haga daño a los demás, nosotros debemos defender a los justos, padre...
A: te equivocas Gabriel, nosotros debemos predicar la palabra de Dios y promover la paz, no podemos hacer más...
G: pues yo creo que...
El viejo párroco interrumpió al acalorado joven y con voz autoritaria dijo: mira Gabriel voy a ser claro contigo... en este pueblo pesa más la palabra de Montenegro que la nuestra y si yo he vivido en paz todos estos años ha sido porque jamás me he entrometido en sus asuntos... en el poco tiempo que me queda no quiero meterme en problemas, por lo que si quieres seguir ayudándome no volverás a buscarte un problema con ellos, de lo contrario será mejor que te vayas de Tierra Caliente...
Gabriel se llenó de rabia al escuchar las palabras del sacerdote pero recordó que parte de su vocación es la obediencia por lo que se tragó sus palabras y bajó la cabeza sin decir más.
**********
En la Hacienda Montenegro, Lucio bebía una copa de licor cuando Bruno apareció para informarle que había encontrado a Juan y lo había traído de vuelta.
L: ¿dónde lo encontraste?
B: estaba escondido en la Iglesia... según el viejo sacerdote, no sabía nada y el que lo estaba ayudando es el nuevo sacristán...
L: ¿el sacristán? ¿tú lo conoces?
B: no, aún no lo he visto pero al parecer ha dado de que hablar en el pueblo, dicen que el otro día se metió a la cantina y...
L: a mí no me interesan los chismes de este pueblo Bruno y menos de ese sacristancillo...
B: perdone patrón, yo solo decía...
L: ¿dónde dejaste al chamaco?
B: pus en la misma caballeriza donde durmió ayer...
El ojiverde no dijo más y con paso firme dejó a Bruno en el gran salón para dirigirse a las caballerizas.
Dentro de una de ellas, Juan se cambiaba de ropa... de pronto escuchó pasos acercándose, no le dio tiempo de ponerse la camisa, por lo que sólo se cubrió con ella cuando vio entrar a Lucio Montenegro.
El chico comenzó a temblar al ver aquel hombretón nuevamente en ese lugar. A la mente del muchacho vinieron todas las imágenes de la noche anterior cuando ese hombre lo violó sin piedad robándole su virginidad.
El ojiverde se acercó al muchacho y le dio una fuerte bofetada que hizo caer a Juan en la paja.
L: eso es para que no se te ocurra volver a escapar, tú eres mi criado y debes pedirme autorización para salir de la Hacienda... por esta ocasión, esto será todo lo que te haré, pero si vuelves hacerlo te irá peor ¿me entiendes?
Muy asustado, Juan sólo lloraba sin decir nada.
Lucio alzó la voz y dijo: ¿Me escuchaste o es que tengo que pegarte de nuevo?
Con voz baja, Juan contestó: sí señor, lo escuché...
L: muy bien, ahora ponte de pie...
El joven se levantó y vio que el perverso hombre lo miraba de pies a cabeza para luego decirle: a partir de mañana ayudarás a las criadas, ellas te dirán que hacer, espero que trabajes bien o de nada servirá que tu padre te haya vendido ¿oíste?
J: sí señor, haré lo mejor que pueda...
Lucio notó que el joven temblaba cuando le hablaba por lo que acercándose más a él, le susurró: no tienes que temblar al estar junto a mí, lo que pasó anoche no se volverá a repetir, ya te marqué y no me sirves más, yo no vuelvo a tomar lo que ya usé...
Tras decir esas palabras, Lucio salió de la caballeriza con la misma seguridad con la que había entrado mientras que el pobre Juan se tiró en el catre para echarse a llorar por su desgracia.
Bruno vio que su patrón tomaba su caballo y le preguntó: ¿a dónde va a esta hora?
L: eso a ti no te importa...
Y Lucio salió a todo galope dejando al capataz con la palabra en la boca.
**********
En el burdel del pueblo, una prostituta gemía mientras era penetrada salvajemente por Damián Montenegro.
El hermano menor de la familia más poderosa de Tierra Caliente era conocido por ser un excelente amante en la cama. La mujer se retorcía en aquella cama mientras el hombre la embestía sin sosiego, era ya más de una hora la que llevaban en esa faena.
La puta creyó desmayarse del placer cuando sintió que la verga del macho se engrosaba en su interior dejando salir su simiente. Exhausta se desplomó en el lecho mientras que el rubio se acostó a su lado, sudado y desnudo aunque no del todo satisfecho, pues su apetito sexual era muy voraz.
D: ¿cansada o quieres más?
Prostituta: por favor, déjame descansar, no cabe duda que ese viaje te puso más caliente de lo que ya eras...
D: yo siempre estoy caliente más con una hembra como tú...
Alguien tocó la puerta y la mujer permitió que pasara.... se trataba de un chico que llevaba una bandeja con comida para los exhaustos amantes.
El muchacho no pudo evitar ver al musculoso hombre que sin ningún pudor exhibía su desnuda anatomía revelando una muy bien dotada hombría. La mirada no pasó inadvertida para el rubio provocando el sonrojo del chico, quien dejó la bandeja y se retiró presurosamente.
Al cerrar la puerta, la mujer soltó una carcajada y dijo: ¿lo viste? creo que el pobre se asustó al verte la verga, jajajajajajaja...
D: ¿y ese quién es? no lo había visto por acá...
Prostituta: es un maricón al que la dueña le dio trabajo, sirve como sirviente y bueno también para lo que se le ofrezca a los clientes, digo por si te interesa...
D: no digas pendejadas, a mí no me gustan los maricones...
Prostituta: y ¿por qué no? es bien sabido que a tu hermano le gustan tanto mujeres como hombres y eso no lo hace menos macho... también he escuchado que los culos de los maricones dan mucho placer a quienes lo prueban...
D: pues será que a mí ningún culo de maricón me ha llamado la atención, yo prefiero a las hembritas como tú...
Tras decir eso, el fuerte rubio comenzó a besar el cuello de la puta listo para iniciar con una nueva sesión de sexo...
**********
En la Iglesia, Gabriel nuevamente no podía dormir, sentía que un fuego lo abrasaba impidiéndole conciliar el sueño... por segunda noche se levantó de la cama y fue al baño para refrescarse, pero esta vez no había agua por lo que desesperado por el calor decidió salir a tomar aire.
Sin avisarle al padre Abraham, el sacristán salió de la parroquia y recordó que a sólo unas cuadras estaba el río, por lo que pensó que ahí podría quitarse el calor.
Aunque era de noche no corría viento y el calor era intenso... ¿cómo soporta la gente de este pueblo el calor?, pensó el chico mientras se quitaba la ropa para meterse a bañar.
El joven se desnudó completamente y se metió al agua... mientras se sumergía, sentía que el líquido calmaba ese fuego en su piel y al ver la luna llena sintió una frescura que no había percibido desde que llegó a Tierra Caliente.
El joven nadaba feliz sin imaginar que en las sombras unos ojos lo acechaban como si de un lobo se tratara...
Era Lucio Montenegro, que por azares del destino estaba esa noche en el río y observaba nadar a aquel desconocido joven, cuya belleza y encanto lo hacían evocar a una sirena.
Los ojos verdes del mayor de los Montenegro devoraban a Gabriel, quien lucía un cuerpo exquisito y sensual... el agua clara no cubría lo encantos del joven, cuya piel blanca, piernas torneadas, brazos delgados, espalda angosta y caderas anchas hipnotizaban al hombre.
Lucio no pudo evitar excitarse por lo que veía y cuando fijó su mirada en el trasero del chico sintió que su pene despertaba en una erección que amenazaba con romperle el pantalón. El ojiverde tuvo que llevarse la mano hasta su miembro para darle ligeros toques y calmar a su "amigo" que clamaba por salir.
En esos instantes, el mayor de los Montenegro deseaba tomar a ese chico desconocido y como si de una bestia se tratara violarlo ahí mismo para saciar sus bajos instintos.
Gabriel había logrado refrescarse y nadó a la orilla del río para salir... antes de hacerlo, encontró en una piedra de la ribera la cruz de madera que Juan había arrojado en la mañana, seguramente se había atorado con el cordón, por lo que el joven sonrió y lo tomó pensando en regresársela a su nuevo amigo... de inmediato se colocó el crucifijo en el cuello y salió del agua.
Los ojos de Lucio se dilataron al ver la silueta desnuda del chico en todo su esplendor... la luz de la luna iluminaba ese hermoso cuerpo que parecía hecho por el diablo, pues invitaba a la seducción y el pecado. El hombre tuvo que contener sus instintos para no saltarle encima y vio que el chico se vestía.
Gabriel estaba por irse, pero Lucio no permitiría que lo hiciera sin antes saber de quién se trataba, por lo que no esperó más y salió de su escondite.... el ojiverde pisó una rama, cuyo crujido fue escuchado por el sacristán, quien asustado volteó a ver de quién se trataba.
G: ¿quién está ahí?
L: no te asustes, no te voy hacer nada...
La luz de la luna iluminó el rostro del mayor y el sacristán vio por primera vez el rostro de Lucio Montenegro. Lo que más le llamó la atención fueron esos ojos verdes, ¿dónde había visto esos ojos antes? no podía recordarlo, pero se le hacían familiares.
Lucio fue el primero en romper el silencio y preguntó: ¿quién eres? nunca te había visto antes...
Con seguridad, el joven respondió: soy Gabriel Santos, el nuevo sacristán...
L: ¿el nuevo sacristán?
Al decirlo, Lucio recordó lo que su hermano Damián le había dicho, estaba frente al sacristán que fue a reclamarle por la violación de Juan, él jamás imaginó que se tratara de un chico tan atractivo.
Gabriel preguntó: ¿ y tú quién eres?
Lucio dudó en responder, pero lo hizo con seguridad: me llamo Lucio...
G: mucho gusto Lucio, ¿tienes mucho tiempo aquí?
L: no, acabo de llegar, escuché ruido y me asomé...
G: ya veo....
Un silencio incómodo se hizo presente y el castaño dijo: bueno, pues ya tengo que irme...
L: si quieres te acompaño...
G: gracias pero no es necesario... hasta luego...
Gabriel intentó alejarse cuando la mano del pelinegro le sujetó un brazo impidiéndole seguir su camino...
Extrañado por la acción de Lucio, el castaño preguntó: ¿ocurre algo?
El pelinegro miró a los ojos de Gabriel y dijo: no, nada... sólo quería decirte "bienvenido a Tierra Caliente"... estoy seguro que aquí la pasarás muy bien...
El sacristán se soltó del agarre y contestó con una sonrisa: gracias Lucio... eres el primero que me da la bienvenida... espero verte pronto por la Iglesia...
Sin decir más, Gabriel se alejó caminando hacia su hogar mientras que el ojiverde veía con lujuria el contoneo de las caderas del joven... Lucio acarició su barbilla y sonrió cínicamente.
Más tarde en su cuarto, Gabriel se acostó muy fresco después de nadar en el río, hizo unas oraciones y se durmió plácidamente.
En tanto, Lucio, dentro de su enorme recámara, seguía invadido por la excitación... en su mente pasaba una y otra vez el cuerpo desnudo de Gabriel, se recriminaba el no haber tomado esa misma noche al nuevo sacristán, pero vio algo en los ojos de aquel chico que le impidió actuar como una bestia.
La verga de Lucio estaba por explotar, por lo que tuvo que masturbarse para desfogar eso que sentía.
Mientras agitaba su miembro, el hombre pensaba en ese cuerpo de tentación que había visto jurándose a sí mismo que terminaría por hacerlo suyo.
**********
Al día siguiente, Gabriel desayunaba con el padre Abraham sin que ninguno de los dos dijera nada.
Fue el viejo párroco quien rompió el silencio y dijo: quiero pedirte una disculpa, creo que ayer fui muy duro contigo, pero quiero que entiendas cómo son las cosas en Tierra Caliente...
Gabriel sólo asentía con la cabeza.
Padre Abraham: entre más lejos te mantengas de los Montenegro será mejor para ti...
G: ¿los Montenegro? ¿por qué dice los Montenegro? ¿acaso hay más de uno?
A: sí, son dos hermanos, ambos son temidos y respetados por todos aunque bueno uno casi no está aquí, pero dicen que acaba de regresar, yo no sé bien, sólo sé que debes tener cuidado con ambos...
G: así que son dos y ¿cómo se llaman padre?
A: uno se llama Damián y el otro Lucio...
G: ¿Lucio?
A: sí, ¿por qué te sorprende?
G: ah, no por nada...
A: bueno, como sea, ya estás advertido... más tarde iré hacer unas diligencias al pueblo vecino, por lo que quedas encargado de la Iglesia por cualquier cosa que se ofrezca...
G: está bien padre, como usted diga...
El padre Abraham se levantó de la mesa mientras que Gabriel se quedó pensativo en lo que habían hablado, pensaba: así que uno de los Montenegro se llama Lucio, igual que el hombre que conocí ayer, pero no puede ser el mismo, él se veía amable y no creo que ningún Montenegro sea de fiar...
**********
Entre tanto en la Hacienda Montenegro, Lucio había pasado una mala noche, tanto que no quiso bajar a desayunar y ordenó que le llevaran el desayuno a su cama.
Alguien tocó a su puerta y cuando dio permiso de entrar quien llegó con la bandeja de comida fue Juan, que desde muy temprano ya realizaba las funciones de criado.
Un poco temeroso, el joven se quedó parado en la entrada sin saber qué hacer. Lucio estaba sólo con trusa, por lo que su cuerpo se veía en todo su esplendor y Juan no podía evitar recordar que hace unos días tuvo ese cuerpo sobre de él violándolo.
Con voz ronca, Lucio habló: ¿por qué te quedas parado como estúpido? tráeme el desayuno, apúrate...
Juan se acercó nervioso y con manos temblorosas, le puso el desayuno en la cama... cuando se retiraba, Lucio le dijo: un momento, aún no te he dicho que te vayas, tengo que preguntarte algo...
J: sí señor...
L: dime ¿qué tanto conoces al nuevo sacristán?
J: sólo lo he visto una vez, él acaba de llegar al pueblo...
L: sólo una vez y le contaste lo que te hice...
J: lo siento señor, es que yo...
L: no me importa tus justificaciones, lo que quiero que me digas es si le dijiste mi nombre o le describiste cómo era yo físicamente...
J: bueno, es que en realidad yo sólo le conté lo que me había pasado en esta hacienda, pero no le di más detalles...
L: entiendo, ya puedes irte, yo te llamo para que vengas a recoger todo...
Juan salió del cuarto mientras Lucio se quedó pensando y entendió el por qué el sacristán le había reclamado a Damián, seguramente lo había confundido con él, por lo que una idea llegó a su mente y sonrió maliciosamente.
**********
Ya era mediodía, cuando Bruno, el capataz de la Hacienda Montenegro, llegó a la Iglesia de San Sebastián y se encontró con Gabriel.
B: ¿está el cura?
G: él no se encuentra, pero yo soy el sacristán, si en algo puedo servirte...
B: ¿tú eres el nuevo sacristán? precisamente es contigo con quien quiero hablar...
G: no te entiendo, ¿tú quién eres?
B: soy Bruno, el capataz de la Hacienda Montenegro...
G: ¿el capataz de la Hacienda Montenegro? ¿eres tú quién se llevó a Juan?
B: así es, pero lo hice porque me lo ordenaron... y ahora me mandaron a buscarte...
G: y ¿crees que voy a ir?... tu patrón me corrió el otro día que fui...
B: pero es que quien te corrió es el otro patrón, a mi me manda el señor Lucio Montenegro, él quiere ayudar a Juan y sabe que tú eres su amigo por eso quiere hablar contigo...
G: ¿Lucio quiere ayudar a Juan?
B: sí, el señor Lucio no está de acuerdo con todo lo que hace su hermano por eso quiere que tú vayas y yo puedo llevarte, no temas que no te va pasar nada...
El joven sacristán no sabía qué hacer, en su mente resonaban las palabras del padre Abraham sobre mantenerse alejado de los Montenegro, pero si lo que Bruno le decía era cierto podría ayudar a Juan, por lo que se aferró a la cruz de madera de su pecho y decidió acompañar al capataz.
**********
En la Hacienda Montenegro, Damián se encontró con Juan y le preguntó quién era.
El chico respondió tímidamente: soy Juan, el nuevo criado señor...
D: así que tú eres el famoso Juan...
Damián barrió con la mirada al muchacho que había sido víctima de las perversiones de su hermano y dijo: ¿sabes dónde está Lucio?
J: el señor está descansando, parece que no se siente bien...
D: bueno, quería preguntarle algo, pero ya será después, ahora voy a salir...
Y el musculoso rubio salió de la hacienda galopando en su caballo mientras que una camioneta se cruzaba en su camino... Damián no se imaginó que a bordo iban Bruno y el nuevo sacristán, quien había caído en la trampa metiéndose a la cueva del lobo como un conejito indefenso.
Gabriel entró con Bruno a la casa... el capataz le dijo que el patrón Lucio lo estaba esperando en su habitación, por lo que él le indicaría el camino.
G: ¿ a su cuarto? ¿y por qué no baja él a hablar conmigo?
B: el patrón está enfermo, por favor ven conmigo...
Con dudas, el sacristán aceptó acompañar al capataz hasta la habitación de Lucio... Bruno tocó la puerta y le dijo a Gabriel que pasara... el joven castaño entró con desconfianza a la habitación y se sorprendió al encontrarse cara a cara con el mismo hombre que conoció en el río.
G: ¿Tú eres Lucio Montenegro?
Sentado en su cama, Lucio asintió con la cabeza.
Lucio sólo vestía una bata de dormir y debajo su trusa. Gabriel vio aquel cuerpo fornido lleno de vellos que hacía lucir muy masculino a ese hombre que se parecía más a un toro, pero engalanado con esos ojos verdes y esos cabellos rizados, así como una espesa barba negra azabache.
Lucio se puso de pie y dijo: Bienvenido a mi casa Gabriel, disculpa que te reciba así, pero no me siento nada bien y no tengo ánimos de cambiarme...
G: no se preocupe, yo... ayer no sabía que usted era...
L: no, no me hables de usted, háblame de tú, yo quiero que confíes en mí...
G: lo siento, pero no puedo hacerlo y quiero que me diga qué es lo que quiere de mí, por qué mandó a traerme con el capataz...
Lucio se acercó más a Gabriel y le preguntó: ¿qué fue lo que te dijo Bruno?
G: me dijo que usted quería verme para ayudar a Juan, supongo que es porque no está de acuerdo en lo que su hermano le hizo...
L: ah sí claro, mi hermano a veces se comporta como un animal...
G: me da gusto que lo entienda y por eso vine para ver de qué forma puedo ayudar a Juan... para que lo dejen en libertad...
L: pues yo quisiera ayudarte, pero mi hermano no lo va dejar ir tan fácilmente, se ha encaprichado con él, a pesar que yo mismo lo reprendí por haberlo violado...
G: es que lo él le hizo fue horrible, yo quisiera hacer algo para ayudar a Juan...
L: pues quizás sí puedas hacer algo...
G: ¿qué cosa?
Lucio estaba más cerca de Gabriel y su respiración se agitaba al sentir la cercanía de ese deseado cuerpo: pues, podrías venirte a vivir a la Hacienda, te ofrezco estar cerca de Juan para que puedas protegerlo de mi hermano...
G: pero eso es imposible, yo soy el sacristán de la Iglesia y no puedo vivir lejos...
L: bueno, pero esto lo harías por ayudar a Juan, ¿no dices estar interesado en que sea libre?
G: pues sí, pero yo no puedo abandonar la Iglesia, ahí está mi vocación...
L: pero tú aquí no vendrías como un criado, yo te daría lo que quieras, serías mi huésped, soy rico y no tienes que hacer nada de lo que seguramente haces en la Iglesia...
G: pero de ¿qué está hablando? yo vine a este pueblo porque dentro de poco voy a profesar, voy hacer votos de pobreza, usted cree que me interesa lo que me ofrece. Lo siento, pero por encima de ayudar a Juan, está mi vocación al servicio de la Iglesia...
Cambiando de tono a uno más severo, Lucio dijo: ¿entonces rechazas mi propuesta?
G: por supuesto que sí, estoy seguro que existe otra forma de ayudar a Juan sin que yo me venga a vivir aquí...
Lucio se retiró un poco y notablemente molesto dijo: pues no encuentro otra forma de ayudarlo...
G: entonces no tiene caso que continúe aquí, será mejor que me vaya...
Lucio vio que su presa se le escapaba y al recordar el cuerpo desnudo del joven sintió que la sangre le hervía y sin poder contener sus instintos lo tomó del brazo bruscamente para detenerlo: espera, no te vayas...
Sorprendido por la reacción del hombre, Gabriel dijo: ¿qué pasa? ¿por qué me detiene?
L: mira, quizás sí pueda ayudarte, pero depende de ti...
G: no lo entiendo...
Los ojos de Lucio brillaron y jalando a Gabriel hacia su cuerpo le susurró: sólo necesito que seas cariñoso conmigo...
Al joven sacristán no le dio tiempo de reaccionar cuando sintió que Lucio unía sus labios a los de él en un apasionado beso.
Tomando de la cintura a Gabriel, como si se tratara de un muñeco, Lucio lo alzó para quedar rostro a rostro... pero no sólo junto su labios... metió su lengua hasta el fondo de la garganta del inocente joven... su lengua invadía por primera vez la boca del sacristán, que se sentía atrapado, ultrajado y sometido.
Una voraz lengua le llegaba hasta lo más profundo de su garganta... le faltaba el aire... intentaba con sus frágiles brazos separarse de él... era inútil.... la lengua del macho cabrío estaba violando su garganta.
Una lágrima rodó por las mejillas de Gabriel, quien desde pequeño había decidido consagrar su vida a Dios y ahora era besado a la fuerza por un casi desconocido, era el primer beso que el joven recibía en su vida... sus labios le quemaban al ser corrompidos por el mismo diablo.
Lucio succionaba los labios rosas del inocente Gabriel, demostrando su superioridad, pues mientras él era una masa de músculos, el sacristán era un chico delgado y mucho más débil. A Gabriel le faltaba el aire e intentaba liberarse forcejeando y emitiendo sonidos.
Lucio estaba dispuesto a someterlo ahí mismo. Ese chico sería suyo, le arrebataría su virginidad al igual que hizo con Juan. La verga del toro se puso erecta y estaba a punto de reventar su trusa.
Cuando Gabriel sintió la entrepierna del hombre sacó fuerzas de flaqueza y logró empujarlo fuertemente provocando que lo soltará... el sacristán casi se cae, pero logró equilibrarse y salió corriendo del cuarto.
Lucio no corrió tras él, pues había logrado su primer propósito, besar los inocentes labios del chico, sabía que ya lo tenía enjaulado, pues por dignidad, el sacristán no podría decir nada.
Gabriel bajaba las escaleras de esa casa corriendo muy asustado pues pensaba que Lucio venía tras de él y recordó las palabras del padre Abraham, ahora entendía que los dos hermanos Montenegro eran iguales, unas bestias que sólo desean satisfacer sus instintos sin importarles nada más.
Cuando el sacristán llegó a la puerta la abrió y al intentar salir corriendo se tropezó con una pared humana, un pecho de roca semejante al de un león chocó contra su rostro haciéndolo caer al suelo y al alzar la vista vio que se trataba de Damián Montenegro.
Con mirada molesta, el rubio reconoció a Gabriel y le preguntó: ¿tú otra vez aquí? ¿a qué has venido?
Gabriel se levantó rápidamente e intentó salir, pero Damián lo detuvo por el brazo y dijo con voz gruesa: no me escuchaste, te pregunte ¿qué haces aquí?
El sacristán se liberó e intentó estampar su mano nuevamente en la mejilla de Damián, pero esta vez el barbado hombre le detuvo la mano y mirándolo con ojos de fuego le dijo: no me vas a pegar ni una vez más, y no te vas de aquí sin decirme qué estás haciendo en mi casa... responde...
Gabriel asustado, pero sin quebrantarse luchaba por soltar su mano que era estrujada salvajemente por Damián Montenegro.
Continuará...
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