En la Hacienda Montenegro, Damián se despedía de Gabriel, quien al día siguiente se iría con Juan de Tierra Caliente.
Gabriel vio que Damián se alejaba dirigiéndose a la puerta para salir del cuarto... su corazón latía muy fuerte y aferrando sus manos al crucifijo habló.
G: Damián espera...
El rubio se detuvo y preguntó: ¿qué pasa?
Con voz temblorosa, Gabriel dijo: y-yo... yo creo que... que... no me voy a ir... no puedo dejar a mi hijo...
El semblante triste de Damián cambió por uno de sorpresa: ¿hablas en serio? ¿de verdad piensas quedarte?
G: s-sí... ya te dije que no puedo irme...
D: tu amor por Ángel no te deja ir...
Gabriel se acercó a Damián y viéndolo a los ojos, tímidamente le dijo: sí... me quedo por el amor que siento por mi hijo y... y también me quedo por ti...
El rubio se sorprendió al escuchar esas últimas palabras y preguntó: ¿también por mí?
Gabriel se alejó del rubio y dándole la espalda contestó: sí... también por ti... porque yo...
Con un nudo en la garganta y rubor en sus mejillas, el castaño finalmente dijo: porque yo también te quiero...
El corazón de Damián dio un vuelco al escucharlo y sin esperar más cortó la distancia que había entre él y Gabriel... lo tomó por la cintura acercándolo a su cuerpo y le susurró al oído: no tengas pena de expresar lo que sientes... yo te quiero Gabriel y no me avergüenza reconocerlo... te quiero...
El rubio le dio la vuelta al más joven y quedando frente a frente continuó : te quiero Gabriel, te quiero y te deseo...
Damián alzó el rostro del chico y acercó sus labios a los de Gabriel... al sentir la respiración agitada del castaño y notar que no se resistía, el rubio lo besó... esta vez no era un beso a la fuerza sino uno cargado de ternura, pero mezclado con pasión.
Era la primera vez que Gabriel no se negaba a este tipo de caricia, por el contrario correspondía al beso tímidamente sintiendo que su corazón latía muy fuerte.
El rubio despegó sus labios y mirando a los ojos al castaño dijo: te necesito Gabriel, necesito hacerte mío... no aguanto más...
G: Damián... yo no sé...
D: por favor no te resistas a tus deseos... entrégate... entrégate a mí...
Gabriel asintió tímidamente y el rubio lo cargó entre sus fuertes brazos para depositarlo con suavidad en la cama.
Damián subió al lecho y se despojó de su camisa mostrando su musculoso abdomen y su pecho lleno de vellos...
el joven se ruborizó y Damián sonrió ante esta actitud.
Damián dio un beso en la frente a Gabriel y sin esperar más comenzó a desabrocharle la camisa para desnudarlo... el castaño sintió estremecer su cuerpo ante el contacto de las manos del mayor que lentamente lo despojaban de su ropa dejándolo sólo en bóxer.
Al ver a su chico en paños menores, Damián dijo: eres tan hermoso, que no sé cómo he podido contenerme para no hacerte mío todas la noches...
El rubio se inclinó para besar nuevamente a Gabriel y al sentir sobre su cuerpo desnudo al león, el joven no pudo evitar el recuerdo de aquella noche.
Flashback
Gabriel gritó: aaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhh
El grito de Gabriel fue ensordecedor mientras que para el rubio fue un triunfo, pues ya estaba entrando en ese culo que luchaba intentando sacar al intruso, pero Damián como experto que era no cedió y empujó varios centímetros más.
El ano del joven se estiraba poco a poco... otro grito más fuerte que el anterior y finalmente sin tregua alguna, Damián empujó el resto de su miembro hasta que sus huevos chocaron con las nalgas del castaño.
D: ya eres mío Gabriel... sólo mío...
Fin del flasback
Gabriel empujó a Damián y con voz fuerte dijo: nooooo, no Damián... no quiero... no puedo...
Sorprendido, el rubio preguntó: ¿qué te pasa?
Con lágrimas en los ojos, el joven dijo: no puedo... recordé cuando tú... cuando tú...
Damián entendió lo que pasaba y abrazó fuertemente al muchacho: tranquilo mi amor, sé lo que te pasa... por favor perdóname... olvida lo que pasó... perdóname por lo que te hice... yo te quiero... te quiero...
Mientras el rubio hablaba llenaba de besos suaves al joven que temblaba en sus brazos.
D: no llores mi amor... no va pasar nada que tú no quieras...
Gabriel se separó de Damián y se acostó en la cama hecho un ovillo mientras continuaba temblando... el rubio entendió que no debía insistir en hacerle el amor, por lo que se acercó nuevamente a él y cuidadosamente lo fue cubriendo con su cuerpo fundiéndose en un tierno abrazo.
Damián susurró al oído de Gabriel: no tengas miedo... no te haré nada... sólo déjame estar así contigo... abrazándote, sólo eso...
Por un momento, el castaño intentó liberarse, pero el barbado no se lo permitió... al sentir el calor del mayor, Gabriel comenzó a sentirse cómodo y seguro en esos fuertes brazos, por lo que no dijo más y poco a poco se fue quedando dormido.
Damián observaba a Gabriel dormir y aunque su cuerpo ardía por fundirse con él, se contuvo pues sabía que cualquier movimiento en falso podría lastimar más a su chico.
Poco a poco, el rubio también se fue quedando dormido y ambos descansaron unidos por ese abrazo que expresaba mucho más que cualquier palabra.
El sol salió en Tierra Caliente y Gabriel se despertó solo en la cama... escuchó que el pequeño Ángel comenzaba a quejarse, por lo que se levantó rápidamente y fue a la cuna.
G: ¿qué pasa bebé? ¿tienes hambre verdad?
El joven levantó cuidadosamente a su pequeño y comenzó a amamantarlo.
En ese momento, Damián salió del baño después de darse una ducha... con la toalla en la cintura caminó hacia Gabriel y su hijo.
D: buenos días mi amor... ¿cómo amaneciste?
Con un ligero rubor en las mejillas, Gabriel contestó: bien, gracias...
D: pues yo dormí de maravilla y sabes por qué...
G: ¿por qué?
D: por dos razones, la primera porque sé que ya no te vas y te quedarás con Ángel y conmigo y la segunda es porque dormí a tu lado... es una sensación indescriptible dormir a lado de quien amas...
Completamente sonrojado, el castaño habló: Damián, yo...
D: no... no digas nada... mira, hoy tengo varias cosas que hacer así que no estaré casi todo el día, pero te propongo algo...
G: ¿qué?
D: te invito a cenar... abrieron un restaurante hace poco... está cerca del centro del pueblo... ¿qué te parece si vamos?
G: ir ¿solos tú y yo?
D: por supuesto... quiero que sea una cena romántica...
G: pero ¿y el niño?
D: no te preocupes por él, Juan podría cuidarlo... ¿qué dices?
G: pues no sé... mmm, está bien... vamos...
D: perfecto... entonces así será...
Gabriel vio la alegría reflejada en el rostro de Damián y sonrió al tiempo que su bebé también sonreía después de haber comido.
Momentos después, Juan entró al cuarto de Gabriel y al encontrarlo cargando a su bebé le preguntó.
J: ¿qué pasa Gabriel? ¿por qué estás tan tranquilo? se supone que nos iríamos a las 10 de aquí...
Gabriel se sintió apenado con su amigo y no contestó.
Juan insistió: ¿pasa algo? dime por favor...
G: lo que pasa es que ya no nos vamos a ir...
J: ¿qué? pero ¿por qué no?
G: pues, porque no puedo dejar a mi hijo... no puedo abandonarlo...
Gabriel hablaba tímidamente, pues esperaba que su amigo se molestara por haber tomado esa decisión.
J: ay Gabriel... no sabes cuánta alegría me da que hayas tomado esta decisión...
Gabriel se sorprendió por la reacción de su amigo.
G: ¿hablas en serio? ¿no te molesta que ya no nos vamos?
J: por supuesto que no... ya te dije que yo quiero que tú seas feliz y estoy seguro que no podrías serlo abandonando a tu hijo...
G: pero es que tú tampoco querías seguir aquí por lo que te pasó...
J: eso ahora no importa... lo importante es que tú estés bien...
G: gracias Juan... gracias por ser tan buen amigo...
J: y ¿me lo dices tú?... pero dime cómo fue qué decidiste quedarte...
G: pues ya te dije... no quería abandonar a mi hijo...
J: y ¿estás seguro que sólo por él te quedaste?
G: ¿qué quieres decir?
J: pues que quizás don Damián tuvo algo que ver...
Gabriel se sonrojó y esa fue suficiente respuesta para Juan.
J: jajaja... no tienes ni qué responderme...
G: ay Juan... estoy muy confundido...
J: pero ¿por qué?
G: porque no sé si pueda corresponderle a Damián de la forma que él espera y a mí me da mucho miedo...
J: no temas entregar tu corazón... no tengas miedo a enamorarte... dicen que eso es lo más bello del mundo...
G: lo sé... pero yo me eduqué para otra cosa y ahora simplemente no sé qué hacer...
J: sólo déjate llevar... deja que don Damián te indique el camino...
G: ¿sabes?... hoy me invitó a cenar a un restaurante...
J: ¿en serio?... qué bien... pues tú no te preocupes por Ángel, yo me encargo de él... tú disfruta de esta noche....
G: gracias Juan...
**********
En el comedor de la Hacienda, Damián terminaba de desayunar cuando apareció Lucio con una sonrisa cínica.
L: buenos días Damián...
D: buenas...
Lucio se sentó en la mesa y vio que su hermano se levantaba: te vas sólo porque yo llegué...
D: me voy porque terminé de desayunar... además tengo muchas cosas que hacer...
L: y ¿Gabriel y Juan ya se fueron?
D: no y ya no van hacerlo...
L: ¿cómo?
D: así como lo oyes hermano... Gabriel y Juan se quedan...
El semblante cínico de Lucio cambió: pero ayer me dijiste que...
D: sí, recuerdo lo que te dije, pero Gabriel decidió quedarse...
L: ¿por qué?
D: es obvio... se queda porque quiere a su hijo y porque también me quiere a mí...
Lucio no contestó, únicamente empuñó sus manos y se mordió la lengua para no decir lo que pensaba.
D: bueno, pues yo tengo que salir... provecho hermano...
En cuanto Damián salió del comedor, Lucio se levantó furioso y tiró todo lo que había sobre la mesa.
**********
En su cuarto, Juan deshacía sus maletas cuando Lucio entró sin pedir permiso.
L: me quieres decir ¿cómo está eso de que tú y Gabriel ya no se van?
Asustado por la actitud de Lucio, Juan respondió: p-pues es así... Gabriel decidió ya no irse...
L: eso ya lo sé... lo que quiero saber es por qué...
J: porque no puede dejar a su hijo...
L: ¿es sólo por eso?... ¿o también se queda por mi hermano?... contesta...
J: y-yo no soy el indicado para responderle eso...
L: tienes razón... tú aquí no eres más que un criado...
Y Lucio salió de ese cuarto para dirigirse rápidamente a la habitación de Gabriel... al entrar no lo vio, sólo estaba la cuna y dentro de ella el pequeño Ángel.
Lucio se acercó y vio con desprecio al bebé que también llevaba su sangre: tú eres lo que une a mi hermano y a Gabriel... si no existieras, todo sería diferente...
El malvado hombre intentó tocar al pequeño cuando entró Gabriel y dijo: ¿qué haces aquí?
L: vine a buscarte y me encontré con el niño solo... ¿así es como lo cuidas?
G: fui a traer unos biberones limpios... ¿qué quieres?
L: hablar contigo...
G: ¿de qué?
L: de tu decisión de quedarte... ¿por qué lo haces?
G: por mi hijo...
L: pues en ese caso, yo puedo ayudarte...
G: ¿cómo?
L: lo que escuchas... si quieres yo puedo ayudarte para que te vayas llevándote a tu hijo...
G: pero es que Damián jamás me lo permitiría...
L: ja... eso es lo que él te hace creer ¿verdad?... te tiene atado a él por este niño... pero yo te puedo quitar esas cadenas... yo puedo ayudarte, ya te lo dije...
G: no sé a dónde quieres llegar Lucio... pero sé la clase de persona que eres y que no se puede confiar en ti...
L: ¿no lo harías ni siquiera por tu hijo?
Gabriel contestó con firmeza: no...
L: jummm... más bien creo que tú usas al niño como pretexto y en realidad te quedas por mi hermano ¿no es así?
G: y si así fuera qué... después de todo es el padre de mi hijo... ¿qué tendría de raro?
Lucio cerró sus puños y lleno de rabia contestó: que estarías cometiendo la peor estupidez de tu vida...
G: no te entiendo...
L: enamorarte de mi hermano sería tu peor error... tarde o temprano él te hará sufrir y te arrepentirás de haberte entregado a él...
G: vete de aquí Lucio... no quiero escucharte...
L: pues tendrás que hacerlo... mi hermano es un irresponsable, borracho, mujeriego y...
Gabriel levantó la voz: ya te dije que no quiero seguir escuchándote, vete...
L: como quieras, pero una cosa sí voy a decirte... llegará el día en que te arrepentirás de no hacerme caso... sólo no digas que no te lo advertí...
Gabriel no respondió.
Lucio se dirigió a la puerta de la habitación y dijo: mi propuesta está en pie... si quieres yo puedo ayudarte para salir de esta Hacienda junto con tu hijo... recuérdalo...
Cuando Lucio salió del cuarto, Gabriel se aferró a su crucifijo y pensó en si había tomado la decisión correcta al quedarse o quizás terminaría arrepintiéndose de haberlo hecho.
**********
Era casi de noche cuando Damián regresaba a bordo de su camioneta, decidió pararse un momento a la orilla del río y contemplarlo... mientras lo hacía una voz conocida sonó a sus espaldas.
T: buenas tardes don Damián...
El barbado rubio giró su cabeza y se encontró con Tadeo.
Damián dijo con una sonrisa de oreja a oreja: T-Tadeo... hijo...
Damián se acercó al joven rubio y le dijo: regresaste... sabía que volverías...
T: sí, regresé porque recordé que durante muchos años me quejé por no tener a un padre, por no tener a una familia y ahora que por fin lo tengo no puedo huir...
Damián sonrió ante las palabras del joven y añadió: yo soy tu familia y la Hacienda Montenegro es tu casa... ven conmigo...
Tadeo asintió: sí don Damián, iré con usted...
D: sé que es muy difícil que me digas papá, pero por lo menos dime Damián... aunque aún no puedas verme como un padre por lo menos mírame como a un amigo...
T: está bien Damián... hay tantas cosas que quiero preguntarte y decirte...
D: tenemos mucho tiempo para hacerlo y si quieres podemos comenzar de una vez... ¿qué te parece si vamos por una copa antes de ir a la Hacienda?
Tadeo sonrió y contestó: me parece muy buena idea...
Damián y Tadeo subieron a la camioneta rumbo a la cantina del pueblo... ambos tenían mucho que decirse y no esperarían más para hacerlo.
**********
Entre tanto, Gabriel veía su ropero cuando Juan entró a su habitación.
J: pero Gabriel, ¿aún no te has cambiado?... don Damián ya debe de estar por volver...
G: es que no sé qué ponerme...
J: pero cómo no... mira este pantalón te queda muy bien y esta camisa te hace lucir muy guapo...
G: no, creo que será mejor que le diga a Damián que no iré... no tengo ganas...
J: Gabriel, tú no puedes hacer eso... dime a qué le tienes miedo...
G: no es miedo, es sólo que... que no quiero dejar a Ángel solo...
J: el bebé no estará solo, se quedará conmigo y te prometo cuidarlo muy bien... ¿no confías en mí?
G: por supuesto que sí Juan, pero...
J: pero nada... ven, te voy ayudar a vestirte...
A regañadientes, Gabriel aceptó y comenzó a cambiarse para su cena con Damián.
A bordo de su camioneta, Damián y Tadeo regresaron a la Hacienda Montenegro... el joven rubio descendió con la única maleta que llevaba.
Al entrar a la casa ambos se toparon con Lucio, quien los miró retadoramente.
L: ja... no me digas que este muchacho decidió regresar a la hacienda...
Damián respondió firmemente: así es hermano, Tadeo va vivir aquí a partir de hoy...
Con mirada molesta, Lucio preguntó: y cómo qué viene... ¿cómo tu empleado?
Damián contestó: como mi hijo... Tadeo viene como un Montenegro más...
L: no digas estupideces, tú no tienes la seguridad de que este bastardo sea realmente tu hijo...
Tadeo no soportó esa ofensa y habló: no le permito que hable mal de mi madre... ella me dijo que Damián Montenegro era mi padre y así es...
L: tú cállate, que no estoy hablando contigo...
T: pues yo sí estoy hablando con usted... ya sé que es el culpable de la desgracia de mi madre y de la mía... por su culpa yo no pude crecer al lado de mi padre...
Burlonamente, Lucio dijo: y ¿qué piensas hacer?
T: voy hacer que pague...
Tadeo intentó abalanzarse sobre Lucio para golpearlo, pero Damián lo detuvo.
D: no hijo, no permitas que las palabras de mi hermano te hagan daño... Lucio siempre ataca como las víboras, pero al igual que las serpientes dejemos que se mate con su propio veneno... ven conmigo, voy a llevarte a tu habitación...
Tadeo entendió que una pelea era innecesaria, por lo que siguió a Damián ignorando por completo a Lucio, quien al ver subir a ambos las escaleras, no pudo más que salir de la casa furioso... lleno de rabia pensaba cómo terminar con la felicidad de su hermano.
Damián entró a su habitación y se encontró con Juan peinando a Gabriel... cuando este último se levantó de la silla se sonrojó al ver que el rubio lo miraba de pies a cabeza.
D: te ves más hermoso de lo que eres...
El rubio se acercó al castaño y sin esperar lo tomó por la cintura para besarlo en la boca... Juan también se sonrojó al contemplar esa escena... era la primera vez que veía a su amigo siendo besado por un hombre.
Gabriel se separó con la cara roja y dijo: Damián, por favor... Juan nos está viendo...
D: y eso qué... soy el padre de tu hijo... ¿qué tiene de raro que te bese?
Juan habló para acabar con ese incómodo momento: mejor los dejo solos...
Damian dijo: espera Juan... gracias por ayudar a Gabriel a ponerse tan hermoso para mí...
J: de nada don Damián...
D: una cosa más... quiero darles una sorpresa...
Gabriel preguntó: ¿una sorpresa?... ¿de qué se trata?
Damián abrió la puerta de la habitación y dijo: pasa por favor...
Los ojos de Gabriel y Juan brillaron de alegría al ver entrar a Tadeo, quien sonrió al ver a sus amigos.
Gabriel se acercó rápidamente al joven rubio y le dijo: qué alegría verte de nuevo Tadeo...
D: Tadeo viene a vivir a esta casa como lo que es... un Montenegro...
G: pues bienvenido Tadeo... me da mucho gusto verte por aquí...
T: gracias Gabriel...
Tadeo volteó a ver a Juan, quien desde un rincón no salía de su asombro y no sabía qué decir... el joven rubio se acercó hasta él y le preguntó.
T: ¿a ti no te da gusto verme?
Juan reaccionó y tímidamente contestó: c-claro que s-sí... a mí también me da mucho gusto... bienvenido...
Tadeo sonrió mientras que Juan agachaba su cabeza intentando ocultar sus mejillas sonrojadas.
D: bueno, pues Gabriel y yo vamos a salir a cenar... Juan te encargo cuides bien a mi hijo...
J: sí don Damián... no se preocupe...
Gabriel se acercó a la cuna de su bebé y dijo: por favor Juan, cualquier cosa avísanos...
J: sí Gabriel, no te preocupes...
Tadeo posó sus manos en los hombros de Juan y dijo: no se preocupen por Ángel, yo también ayudaré para cuidar a mi hermanito...
Damián y Gabriel sonrieron ante las palabras de Tadeo... el barbado rubio tomó de la cintura al castaño y le indicó el camino para salir rumbo a su cena.
**********
En la casa a las afueras del pueblo, Lucio furioso azotó la puerta de la entrada ante la sorpresa de Bruno que estaba en la sala.
B: ¿patrón? ¿qué hace aquí?
L: estoy que me lleva la chingada... me lleva...
B: pos qué le pasó... no me diga... seguramente la muina es por su hermano y el sacristancillo ¿verdad?
L: esta vez es sólo por mi hermano y también por Tadeo...
B: ¿Tadeo? pos ¿qué pasó con él?
L: tú no lo sabes, pero Tadeo es hijo de mi hermano... él también es un Montenegro...
Los ojos del capataz se abrieron desmesuradamente al escuchar esa aseveración.
B: eso no puede ser patrón... no puede ser... ¿cómo?
L: confórmate con saber que sí es su hijo...
B: no puedo creerlo, pero usted ya lo sabía ¿verdad?
L: sí... lo supe desde que me enteré que era hijo de Ruth... saqué mis conclusiones por su edad y por eso intenté ponerlo en contra de mi hermano, pero todo fue en vano...
B: así que ese güerito apestoso es hijo de don Damián...
L: eso no es lo peor Bruno... ahora a mi hermano se le ha ocurrido llevarlo a vivir a la Hacienda como su hijo con todos los privilegios que eso implica...
B: ja... pues sí que tienen suerte los que no se bañan...
L: pero esa suerte le durará poco... yo no voy a permitir que Tadeo se quede con algo de la Hacienda... todo lo que hay ahí es mío y si no pienso compartirlo con Damián, mucho menos con ese bastardo...
B: y ¿qué piensa hacer?
L: aún no lo sé... pero tú vas ayudarme... después de todo a ti también te interesa sacar a Tadeo de la Hacienda...
B: y a mí ¿por qué?
L: por Juan... si ya de por sí él gustaba de Tadeo ahora que sepa que es un Montenegro ¿crees que te va elegir a ti que eres un simple capataz?
B: pos yo soy mucho más macho que ese bastardo y ya se lo he demostrado...
L: pero Tadeo es un futuro heredero... Juan como todos sólo debe pensar en el dinero y pues comparado con Tadeo, tú eres muy poca cosa...
Las palabras de Lucio calaron hondo a Bruno.
B: pos usted dirá patrón... ya sabe que cuenta conmigo para lo que sea...
Lucio sonrió maquiavélicamente: lo sé y pronto te diré lo que vamos hacer... muy pronto...
**********
En un restaurante del centro de Tierra Caliente, Gabriel y Damián estaban sentados en una mesa privada... ambos se miraban sin decir nada.
El rubio fue quien rompió el incómodo silencio: ¿por qué no comes? ¿no tienes hambre?
G: no es eso... es que estoy preocupado por Ángel... es la primera vez que lo dejo solo y estoy muy nervioso...
D: te aseguro que Tadeo y Juan están haciendo su mejor esfuerzo por cuidarlo...
G: lo sé, pero no puedo evitar preocuparme...
D: te entiendo... dime una cosa Gabriel... ¿realmente hubieras podido dejar a Ángel e irte como lo habíamos pactado?
G: mmm... pues creo que la respuesta la tienes al tenerme frente a ti...
D: sí... entiendo... pero si Ángel no existiera tú hubieras terminado por ser un sacerdote ¿verdad?
G: Damián, yo fui educado para servir a Dios... desde niño acudí a colegios religiosos, donde se me enseñó la doctrina... aunque fue mi mamá quien me inculcó la idea de ser sacerdote, ese también se convirtió en mi sueño... pero bueno ya ves... los caminos de Dios son misteriosos... uno escoge y él dispone...
D: perdóname Gabriel... si no fuera por mí... quizás en estos momentos tú ya serías un sacerdote...
G: no hablemos de eso por favor... qué caso tiene ya... mejor cuéntame de ti... ¿cómo fue tu infancia?
D: ja... pues la verdad es que fui tremendo... muy travieso... le saqué canas verdes a mi padre... después de adolescente me volví un rebelde sin causa...
G: no sé por qué, pero lo suponía...
D: la verdad es que detrás de mi rebeldía, estaba la ausencia de mi madre... la perdí cuando era pequeño y siempre me hizo falta... alguna vez te conté que ella era muy religiosa, por eso cuando falleció me olvidé de Dios y me refugié en el alcohol y en las mujeres...
G: entiendo...
Damián vio a los ojos a Gabriel y le dijo: ¿sabes? desde hace un tiempo no puedo evitar ver en tus ojos la dulzura y calidez que me transmitía mi madre... la recuerdo vagamente, pero asocio su mirada con la tuya...
Gabriel agachó la cabeza avergonzado por lo que escuchaba.
D: no tienes de qué apenarte... te aseguro que no te veo como una madre... no podría hacerlo, porque lo que siento por ti es muy distinto...
G: Damián, yo no quiero que tú te crees falsas expectativas conmigo...
D: ¿qué quieres decir?
G: que quizás tú esperas algo de mí, que quizás yo nunca pueda darte...
D: lo único que espero de ti es que seas una buena madre para Ángel y que a mí me des tu amor...
G: te aseguro que haré todo lo posible por criar bien a nuestro hijo, pero yo... no sé... no sé si pueda llegar a amarte...
D: ja... no tenemos por qué presionar las cosas... el amor se cuela en los corazones de las personas sin que lo busquen... veme a mí... siempre pensé no enamorarme y aquí estoy loco por ti...
El castaño se sonrojó ante la franca respuesta de Damián.
D: ¿qué te parece si brindamos por el amor?
El rubio abrió la botella de vino y empezó a servir la copa de Gabriel que de inmediato reaccionó: no, espera Damián... yo no bebo vino...
D: ¿cómo que no?
G: en verdad nunca lo he hecho...
D: jumm... pues que raro... se supone que los curas siempre toman un poco de vino en las misas ¿o no?
G: eso es diferente Damián...
D: claro que no... el vino es vino y quien a este mundo vino y no probó el vino entonces no sé a qué vino... así que brindemos... te aseguro que es un vino muy suave...
Gabriel no pudo negarse y brindó con Damián bebiéndose toda la copa de vino: ¡Salud por el amor! ¡Salud!
La velada transcurrió de manera amena... los silencios incómodos terminaron... llegaron las risas y ambos abrían su corazón permitiendo conocerse más... contaron anécdotas y pasajes de su vida... dentro de cada uno nacía ese lazo que une a los corazones más allá de la vanidad y el ego.
Era más de la medianoche cuando Gabriel y Damián volvieron a la Hacienda... el castaño regresó muy alegre, pues el vino ya había hecho sus efectos.
G: ¿dónde está mi bebé? Quiero verlo de una vez...
D: shhhhhh... no hables tan fuerte, Ángel ya debe estar dormido, así que lo verás hasta mañana...
Las piernas de Gabriel tambaleaban por el vino, por lo que no podía subir bien las escaleras.
D: jajajajaja... parece que no puedes subir... está bien, yo te voy a llevar...
El fuerte rubio tomó en sus brazos a Gabriel y lo cargó al estilo princesa... subiendo las escaleras para conducirlo a su habitación.
G: no Damián... yo puedo solo... bájame...
D: será mejor que no digas nada...
Gabriel no siguió protestando y se aferró al cuello de Damián... el rubio abrió con su pierna la puerta de la habitación y entró con su amado en brazos.
Llegaron hasta la cama y suavemente, Damián depositó a Gabriel en el lecho... en ese momento ambos se miraron... el rubio no pudo contener sus instintos y al ver tan bello al castaño lo besó en los labios.
Gabriel no se negó a la caricia... sus lenguas se entrelazaron en un apasionado beso de amor.
Cuando se separaron, ambos seguían mirándose fijamente.
Damián habló: te amo Gabriel... te amo y te deseo...
Gabriel agachó su mirada y animado por el efecto del vino alzó la vista y respondió: yo también te amo Damián... y también te deseo...
D: ¿estás seguro?
Gabriel asintió tímidamente con el corazón latiéndole muy fuerte.
En ese instante, Damián besó nuevamente a Gabriel, mientras lo acostaba en la cama cayendo sobre él... sus manos comenzaron a recorrer el cuerpo del castaño, quien al sentir el calor del cuerpo de su hombre aceptó las caricias y abrió sus piernas, permitiendo que el barbado se metiera entre ellas.
Los besos y las caricias se volvieron más apasionados y la ropa empezó a estorbarles... sólo la luna era testigo de esa danza amatoria que apenas iniciaba.
Continuará...
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